Thursday, September 28, 2006

Fábulas de Vicentito y el Niño Felipe

De cómo los niños
se hicieron amantes
de las leyes

Roberto Fuentes Vivar

La alberca estaba llena. Vicentito y Diego jugaban a ser fuentes. Se llenaban la boca de agua y la soltaban como si fueran el chorrito de Cri-Cri que se hacía grandote y se hacía chiquito.
Como no podía alcanzar el piso debido a su pequeña estatura, Carlitos era cargado por un hombre que, con todo y traje oscuro, se tuvo que lanzar a la alberca para proteger al niño. Carlitos disparaba su escopeta de juguete contra todos. “Boom. Ya te dí”, gritaba.
De repente, Vicentito sintió un ligero dolor en el bajo vientre.
-Creo que necesito mear- le dijo a Diego.
-¿Te urge mucho?- le preguntó Dieguito, quien a pesar de estar en el agua no permitía que su cabello se despeinara.
-Todavía aguanto un poco- le contestó Vicente.
-Vamos a echarnos otras carreritas- le dijo DiegoVicente, quien pareció olvidar de momento su necesidad urgente de orinar y con sus enormes manos comenzó a chapalear como si fuera una ballena en el estanque.
Felipito corrió tras ellos y también se puso a nadar tratando de alcanzar a Diego y Vicente, que ya habían llegado hasta la orilla.
Cuando Felipito se sentó junto a los otros dos niños, Vicentito conversaba con Diego.
-Definitivamente ya no aguanto más-
-Mira- le dijo Diego señalando con su dedo índice un letrero donde decía: PROHIBIDO ORINAR DENTRO DE LA ALBERCA
-¿Y eso qué significa?- preguntó Vicentito.
-Que te tienes que salir si necesitas orinar. Ahí lo dice y hay que ser respetuosos de las leyes.
Vicentito se quedó pensativo. Miró sus botas vaqueras que estaban del otro lado de la alberca y hasta se acordó de que antes de salir de su casa su papá le había dicho: “Boots, no. Guarraches”, criticando a su hijo que en vez de unas sandalias deseaba llevar sus botas vaqueras para un día de natación. Incluso su madre también le había comentado: ¡Joder, siquiera llévate unas alpargatas. Que no veis que así solo haces el ridículo!. Pero Vicentito rompió en llanto, necesitaba las botas y tras muchos lloriqueos y terquedades
(No

No

No

No
Sí.) triunfó el sí y Vicentito se llevó sus botas vaqueras con pantalón corto y sin calcetines.
Ahora, junto a la alberca, el niño Vicente dudaba si su terquedad había sido lo más apropiado para ese momento, pero no le importó. Cogió de la mano a Dieguito y cruzaron, por fuera, la alberca hasta llegar a las botas.
Felipito venía detrás y Carlos seguía disparando, cargado por el misterioso hombre sin rostro que lo soportaba en todo momento. “¡Bang! Te di. Estás muerto!”, gritaba.
No muy lejos otros niños como Luisito y Pepito jugaban con una pelota. Otros más, permanecían casi a la orilla platicando. Algunas niñas también nadaban o simplemente estaban adentro del agua disfrutando del refresco que significaba una alberca en los calores de mayo.
Cuando Vicentito llegó hasta donde estaban sus botas se sentó en la orilla de la alberca y se las calzó. Una después de la otra. Más tarde se paró y dijo a Diego:
-De plano, ya no aguanto.
Entonces, Vicentito sacó su pichichi del calzón de baño.Diego hizo lo mismo y el niño Felipe los siguió.
Los tres con la pinguita de fuera comenzaron a orinar hacia la alberca. Inmediatamente Luisito y Pepito hicieron una mueca de asco y nadaron hasta la orilla más cercana para salir de la alberca.
Muchas niñas hicieron lo mismo.
Martita se quedó mirándolos y hasta aplaudió.
Carlitos seguía inmutable disparando ¡Bang. Estas muerto! aunque su guarura no podía disimular la cara de asco, pues pensaba que el traje que portaba definitivamente tendría que ser desechado tras haber absorbido los orines de los niños.
Vicentito, Diego y el Niño Felipe tardaron más de un minuto haciendo tres largas parábolas con sus orines que llegaban hasta media alberca.
Cuando terminó, Vicentito hizo las tres sacudidas de rigor y guardó su pipí nuevamente en el calzón de baño.
El niño Felipillo seguía orinando, lanzando su chorrito amarillo hacia el agua azulada, cuando ya Vicente y Diego se habían lanzado a la alberca, que ya estaba prácticamente vacía y sólo permanecían en ella Carlitos con sus disparos ¡Bang Bang!, el guarura –tratando de conservar la calma e inhibiendo las ganas de vomitar- y Martita, quien hacía bucitos sin parar contando el tiempo que tardaba en aguantar la respiración.
-Te fijas, Diego, que ya la alberca quedó para nosotros solos. Ya no hay morenitos, ni peluditos- dijo Vicentito haciéndo notar que el era más alto que todos los demás y su tono de cabello era un poco más claro que el de los otros niños que hasta hace unos momentos jugaban en el agua y ahora estaban afuera, vomitando, secándose o haciendo cola en las regaderas para limpiarse los orines que habían esparcido los niños meones.
-Nosotros sí sabemos guardar las leyes- Le dijo Dieguito a Vicente señalando el letro PROHIBIDO ORINAR DENTRO DE LA ALBERCA- No orinamos dentro de la alberca. Nos salimos.
-Qué satisfacción se siente vivir con el deber cumplido- dijo Vicentito mientras nadaba con todo y botas.
-Eso se llama vivir dentro de la ley- sentenció Felipillo, con aire docto.
Fue así como los niños se quedaron con la alberca para ellos solos y como aprendieron a cumplir las leyes a pesar de las tentaciones.
Fábulas de Gelipe I

El Código Secreto:
de cómo los niños
aprendieron que
2 más 2 son cinco


Roberto Fuentes Vivar

Vicentito, el Niño Felipe y Martita cantaban, agarraditos de la mano, “dos y dos son cuatro/ cuatro y dos son seis/ Seis y dos son ocho/ y ocho diez y seis”, cuando de repente pasó por la cuadra el Niño Robertito:
-Pero cómo es que cantan eso, esas canciones son populistas, premodernas, de emisarios del pasado, de los enanos del tapanco- les dijo.
-Orale, que te traes conmigo- saltó inmediatamente el niño Carlitos, quien con su escopeta de municiones recortada estaba agazapado detrás de un arbol para ver a quién le podía disparar-. Ya me descubriste.
-No- dijo Robertito- No me refería a ti, sino a los enanos del tapanco, esos que mencionaba Pepito el de la otra cuadra hace un tiempo. Tú eres mi amigo.
-Más te vale-, dijo Carlitos apuntándole con su fusil de municiones.
-Lo que pasa –dijo Robertito- es que estos niños están en la prehistoria, creen que dos y dos son cuatro. A ver si ya los sacas de su error y les enseñas el Código secreto, porque de plano hasta parecen populistas de la colonia Educación.
-No sería mala idea que les demos unas clases, para que dejen de vivir en el error. ¿Te acuerdas que yo te enseñé a contar, antes de que hicieras la rifa esa en la que nadie se sacó el premio?.
-¡Claro! Con el Código Secreto, no sólo nadie se sacó el premio y conseguí dinero para comprar mi patineta, sino que hasta todavía los niños de la otra cuadra me deben dinero-, dijo Robertito, mientras le chiflaba a una niña de trenzas rubias que pasaba por ahí.
-El caso es que hay que enseñarles el código para que entren a la modernidad- le propuso Carlitos y agregó-: Hay que avisarle a Elbita, la maestra, para venga a darles unas clases.
-Sería lo más sano para la economía de la cuadra y sobre todo para mantener la estabilidad- sentenció Robertito.
-Ya hasta hablas como yo ¿Qué te parece si mientras planeamos las clases nos echamos una de esas cosas que toma Vicentito para sus nervios. Dicen que están chidas, mejores que los cigarros de mi hermano Raúl.
-No –salto Vicentito- Yo no les doy de mis dulces Prozac- dijo, mientras que ponía sus manos en los bolsillos delanteros como impidiéndoles el paso a sus pertenencias-. Sobre mi cadáver.
-Andale, Vicentito- le insistió Martita-, si esos dulces están bien chidos.
-¿Cómo que chidos? –respondió Vicentito- esas no son palabras de una niña buena como tú. Mejor dí que son saludables, o que ayudan al bienestar del cuerpo, o cualquier otra cosa más de tu nivel, pero no me salgas con que están bien chidos-.
-Eso –dijo Martita- ayudan al bienestar del cuerpo y hasta habla uno así como si se le revolviera la lengua, como si comieras alkaselstsers-.
Carlitos intervino amagando con su escopeta a Vicentito:
-Suéltalas-, le exigió.
-Ya así nos llevamos- le respondió Vicentito- Yo nada más con el padr....
-Digo que sueltes las golosinas, las prozac.-Yo también quiero probarlas.
-Yo también. Yo también- gritaba, saltando, el niño Felipe, quien ya se había tomado varios dulces envinados y una vasito de rompope antes de salir de su casa.
-Bueno- accedió Vicentito-, pero nada más una.
Después de haberse tomado las pastillas para los nervios, los niños planearon las clases de matemáticas.
Colocaron sillas en la banqueta, un pizarrón y hasta una aparato de DVD para que las clases fueran hiperactivas, retroactivas y audiovisuales. Todo con modernidad, como debe ser.
La maestra Elbita fue la primera en llegar. Traía sus libros y sus apuntes.
-Este Código Secreto -les dijo- me lo enseño mi maestro, el maestro longitud, quien como Jesucrito logró la multiplicación de los panes- ¿o se dirá de los príes?, se quedó pensando.
-Entonces, definitivamente dos más dos no son cuatro- preguntó el Niño Felipe sorprendido.
-No, esas son cosas del pasado que nadie quiere que regrese. Del pasado peligroso, del pasado populista. Nosotros estamos en la modernidad- les dijo el mago luisito, quien se había convertido en el alumno más avanzado de la maestra Elbita.
-Pero entonces ¿cuantos son dos y dos?- preguntó insistente el niño Felipe.
-Pueden ser cinco, pueden ser seis, pueden ser tres, pueden ser cero. Todo depende- les dijo Luisito, con voz misteriosa, haciendo gala del estilo de suspenso que había aprendido como mago-, pero qué les parece si vemos un video en donde se explica todo esto.
De detrás de un coche estacionado salió un niño al parecer desconocido para todos excepto para el Niño felipe, pues era el novio de su hermana.
-Pero te peinas, cuñao- le dijo el niño Felipe al reconocerlo.
Hildebrandito buscó un cable de luz, puso un diablito y a los pocos minutos ya estaba conectada una televisión, un DVD y hasta una computadora, ante el ¡¡¡Ahhh!!! colectivo de los niños que esperaban la lección.
-Lo primero que vamos a ver- dijo la maestra elbita, que cargaba en sus brazos un muñequito chucky de plástico, muy moderno- es este video- y le dirigió un signo de aprobación a hildebrandito y al mago Luisito.
De la televisión salió una imagen que mostraba a Andrés Soler, repartiendo un dinero con otros tres personajes. Mientras decía “Pa mi, pa tú, pa mi, pa tú”, el personaje distribuía el dinero equitativamente. Cada vez que entregaba una parte a uno de sus compañeros, él recibía una parte. Así al terminar la primera ronda, el tenía cuatro partes y los otros tres tenían una cada uno. “Ya ven, cuando todo es justo, todos estamos a gusto”, les dijo a sus compañeros, en la pantalla.
-Ese sí sabe- dijo Carlitos, quien ya había visto varias veces el video.
El Niño Felipe seguía pensativo, como si el video no le hubiera aportado todos los conocimientos que necesitaba para hacer sus cuentas al estilo posmoderno.
Elbita les dijo que si no tenían dudas iban a pasar a otros ejemplos para conocer el Código Secreto de las cuentas modernas, pero Martita levantó la mano:
-Yo sí tengo dudas, quiero saber quién ese tipo tan guapo que sale con el viejito en la película.
-Es Pedro Infante, pero eso no tiene nada que ver con las clases- le contestó Elbita cortante.
-Ayy, es que está tan guapo que hasta se parece a mi Vicente-, dijo Martita.
-¿A mí? ¿Cómo crees? Si ese premoderno y de plano peludito como los niños de la otra cuadra- saltó Vicentito, sacando de sus botas una dosis adicional de prozac que guardaba para casos extremos.
-Bueno, ya está bien de cháchara, hasta pareces chachalacas-, dijo Elbita.
-¿Tú también, Elba- dijo Vicentito sacando la punta de lengua en cada palabra como para mojarse los labios.
-Pues es que no se están calladitos, como niños buenos. Deberían de aprender a Felipito que agarra muy bien la onda de las clases.
-Dale con el albur, maestra, No joda- respondió el Niño Felipe-, mejor ya ni siga parada, siéntese y siga con las clases-
-Pues sí me voy a sentar, pero si ponen atención. Todos. ¡Todos!, ¿me oíste Martita?-, dijo la maestra con su chucky en brazos.
-Ya me voy a callar se lo prometo-, dijo Martita.
-El caso es que para aprender a sumar hay que estar muy conscientes de que se trata de una operación muy seria. Por eso Robertito les va a platicar cómo se pueden sumar dos más dos-, les dijo Elbita a todos y luego se dirigió a Martita, junto a quien estaba sentada, para hacerle una pregunta casi en susurro-: ¿a poco no esta reteguapo este Robertito. No como el otro Roberto, el que vive en la otra cuadra y todo el tiempo se la pasa diciéndome cosas.
-La verdad es que un poco finito para mi gusto. A mi gustan más así, grandotes, fuertotes, como se hubieran tomado su choco milk, como Vicentito-, le respondió Martita.
El niño Robertito ya se había colocado junto al pizarrón y comenzó a platicar cómo había conseguido juntar para su patineta, su bicicleta, sus vacaciones... y todavía le debían dinero:
-Fíjense que hace tiempo, después de que aprendí a sumar a la manera posmoderna, cuando conocí el Código Secreto, y después de que conocí a Yoryi...-, comenzó Roberto pero fue interrumpido por el Niño Felipe.
-A poco Yoryi también sabe sumar con éste método- preguntó.
-Pues claro ¿de dónde crees que sale el dinero para sus chocolates envinados?. Además fue su papá el que lo descubrió- le explicó con tono catedrático Robertito.
-Aaahhhh-, suspiró Felipillo.
-En fin, fíjense que hace unos meses, quizá ustedes se acuerden, dije que iba a hacer una rifa. Y entonces les propuse a los niños de la otra cuadra que si compraban un boleto de dos pesos, yo les prestaba para otro boleto de dos pesos y así tenían más posibilidades de ganar.
-Ahí está, dos más dos son cuatro ¿no?- dijo el Niño Felipe como desenmascarando a su maestro y mientras se acomodaba los lentes de Niño Scribe.
-No Felipito, agarra la onda, siéntate y espera a que acabe para hacer las preguntas- lo regañó Robertito.
-No se vale, ese albur es doble. Así no juego-, respondió el Niño Felipe, sentándose y guardando silencio.
-El caso es que el día de la rifa nadie, nadie Felipito, se sacó el premio. Dieguito dio fe de que todo estaba bien, pero la suerte no los favoreció. Ni modo- dijo Robertito y agregó-: Así fue como dos más dos se convirtieron en 4 mil y además me deben otros ocho mil que me van pagando los niños de la cuadra cada vez que pueden.
-La verdad todavía no entiendo- dijo el Niño Felipe- para mí dos más dos cuatro.
-La verdad –le dijo Vicentito- es que eres re bruto Felipe, pero ni modo, ya te caerá el veinte.
-Pero si está clarísimo –dijo Martita suspirando al ver al Niño Robertito y añadió:- Con ese código secreto mis hijos y mis nietos van a ser ricos.
-Es muy sencillo- intervino el Mago luisito- cuando tú cuentas, puedes decir que dos más dos son cinco para mí y tres para ti.
-¿Cóooomo?- preguntó Felipillo- ¿porque si dos más son cinco para ti, van a ser tres para mí?.
-No Felipito, no mames, porque vales pito. Uuyy hasta me salió en verso- dijo Robertito y agregó:- Tienes que entender que son cinco para mí, tres para ti. Repítelo.
-Cinco para tí, tres para mí- repitió el Niño Felipe.
-Si serás güey. Pareces peludito de los que viven en las barrancas de aquí a la vuelta. Entiende: cinco para mí, tres para ti-, insistió Robertito, ya medio desesperado porque el niño Felipe, con sus pantaloncitos cortos y su camisita con encajes, como de marinerito, de plano no entendía no jota.
-Por eso, tres para mi, cuatro para ti.
-Uuuf Felipe, parece que nunca vas a entender, lo que quiere decir es cinco para mí, tres para ti- entró Vicentito a la plática.
-Ahora sí que ya me agarraron de botana, ¿Tú también, Vicente? Hasta tú también dices que son cinco para ti y tres para mí. Ya ni la amuelan.
-Miren, Vamos a dejar eso y el niño Hildebrandito les va a explicar con su computadora cuántos son dos más dos- dijo Elbita, quien se ponía en su pecho liso al muñequito chucky como dándole de mamar.
Hildebrando conectó su computadora al monitor y explicó:
-Con éste código secreto, basado en la modernidad, se puede saber exactamente cuantos son dos más dos, dependiendo para que se desee hacer la suma- indicó el novio de la hermana de Felipillo.
-A ver déjame probar a mí- insistió el niño Felipe, jalándole la manga de la chaqueta a su cuñado- Déjame a mí, déjame a mí. Yo quiero... Yo quiero.
-Esta bien Felipito, pero no jales mi chaqueta... chamarra..
-De plano ya me agarraron de su títere- recriminó Felipillo.
-Mira- le dijo Hildebrando con toda calma-. Pon un dos, luego el signo de más y luego otro dos y ¿cuánto sale?
-Veintidós- grito Felipillo. Eso sí lo entiendo dos más dos son veintidós.
-Ahora, oprime otra vez el dos, el signo de más y otro dos- dijo Holdebrandito.
-¿Cinco?- dijo Felipito cuando en la computadora salió un cinco.
-Pero eso no es todo. Felipito agarra la computadora y vuelve a hacer la misma operación- sugirió Hildebrando ¿cuánto salió?
-¡Dos mil doscientos veintidós!- gritó el Niño Felipe, mientras los otros niños gritaban ¡¡¡¡¡Oooohhhh!!!!! y trataban de hacer cuentas con los dedos.
-Ya ven qué fácil es todo. Lo importante es entender que dos más dos cinco para mí y tres para ti, es el principio elemental- intervinó Elbita, mientras que Felipito hacia casa de what... nuevamente.
-Otra vez la burra al trigo, con lo de dos más son cinco para mí y tres para tí- Exclamó Felipillo.
-Vaya –dijo el Mago Luis- hasta que agarraste la onda Felipito.
-¿Y yo porqué?- preguntó Felipillo.
-Orale –saltó Vicentito-, no digas eso, que te voy a cobrar derecho de autor.
-Y yo te ayudo- le dijo Dieguito, quien se había incorporado, de repente, a las clases.
-No, ya, la neta. No me chinguen. No me echen inglish. Primero con lo de los albures y luego con lo del dos más dos, ya parezco su cochinito.
-¿Pareces?-, dijo Martita burlona.
-En serio, cómo es eso de que dos más dos son cinco para mí y...
-Así, exactamente, cinco para mí. Nunca puedes decir cinco para ti.
Felipito se rascó la cabeza (sin albur) y se quedó pensativo, como le hubiera caído el 20. O mejor el 22 o el 2,222 o ya de perdida el cinco.
Se quedó pensativo, pero la voz de Vicentito lo sacó de su reflexión.
-Y si alguno de los peluditos sospechosistas, dice que está haciendo uno trampa ¿qué hacemos?-, preguntó.
Luego luego Dieguito tomó la palabra:
-La primera vez lo niegas. La segunda lo vuelves a negar. Si insisten, lo vuelves a negar. Y de plano, si siguen diciendo que es trampa, te haces el ofendido-, dijo, docto, peinándose su peinado cabello.
-Eso nunca falla –intervino Martita- Yo lo hice una vez cuando me acusaron de que me había comido las ostias. Hasta el padre, ese que le daba por tocar a todos, como si estuviera jugando a los encantados, me tuvo que pedir perdón. Fíjense que otra vez, también, con mis hermanos y mis tíos, hicimos....
-Ya cállate chachalaca- dijo Vicentito y se quedó pensando como si se hubiera equivocado de frase.
Felipillo, cuando hubo entendido que dos más dos no son cuatro en las matemáticas modernas, estaba pensativo. Medito largo rato y después de pensarlo bien, les dijo a sus amigos.
-Con estas cuentas, cuando yo sea grande, voy a ser el primer presidente de la modernidad- exclamó.
Todos soltaron la carcajada y Carlitos le dijo:
-En primer lugar tu nunca vas a ser grande –se chupó la lengua después de habérsela mordido y prosiguió:- En segundo, ya hay cola. Yo voy primero, luego Neto, después Vicentito y después puedes ir tú. Pero tienes que apuntarte.
-Sobre todo –le dijo Elbita- tienes que aprenderte muy bien el código secreto del dos más dos son cinco, porque si no, capaz de que no llegas.
Carlitos propuso que todos sellaran el pacto del Código secreto, escupiendo en un mismo lugar y luego untándose la mezcla de todos las salivas.
-¡Qué asco!- dijo Martita, pero Vicentito la increpó:
-No seas tan payasa, si bien que te ví el otro día sacándote los mocos y comiéndotelos o chupando la paleta de Robertito, pero no de éste sino del otro, el que se peleó con Elbita.
-Bueno, pero es que él es deportista y no sabía tan mal su saliva, aunque estaba medio babosa-, respondió Martita haciendo gesticulaciones y moviendo los dedos.
El caso es que todos accedieron a sellar el Pacto. Elbita los sorprendió por la forma en que escupía de lado, como profesional, y Martita terminó lamiendo el envase de Coca-Cola en que habían escupido todos.
Fue así como los niños de la cuadra descubrieron que el Código Secreto de la modernidad que significa que dos más dos no son cuatro.
¿Gringañol o españingo?

De cómo el Niño Felipe
se convirtió en Gelipe I

Roberto Fuentes Vivar

Vicentito estaba sentado en la banqueta, con sus pantalones cortos, sus botas vaqueras y una corbata de charro luciendo como moño en su cuello. Tenía los ojos rojos y la cabeza baja cuando llegó el niño Felipe.
-¿Qué te pasa chentito? Estás todo achicopalado parece como si te hubiera mordido una tepocata o de perdida una víbora negra.
-Nada, Felipe. Aquí no más matando el tiempo-, le respondió tratando de que no se notara que momentos antes había llorado.
-Como que nada, si tienes los ojos rojos. Como si te hubieras fumado uno de esos cigarros que vende Raulito el hermano mayor de Carlos- le dijo Felipito, mientras se acomodaba sus lentes de fondo de botella.
-De veras... Na.. Na... Nada.
-Se me hace que lloraste-, le increpó Felipito.
-Nombre, los hombres no lloran- le dijo tajante Vicentito.
-Pero tú no eres hombre....
-¿Cómo? –salto Vicente- Me sabes algo... A poco crees que porque voy a ser político ya soy de los que creen que el mejor camino para la política es el recto. Nombre... Yo soy muy macho, aunque...
-No malentiendas, Vicentito, digo que tu no eres hombre, que eres niño.
-Ah eso sí, ni hablar.
-Por eso como niño, sí puedes llorar. Pero cuéntame que te pasa.
Vicentito se quedó pensando un rato, sacó de su bota vaquera un kleenex y se limpió la nariz que le había quedado aguada después de llorar y dijo:
-Pues Fíjate, Felipito, pero siéntante aquí junto a mí. Fíjate que los niños de la otra cuadra, los morenitos, los que juegan en la calle, con corcholatas porque no tienen balón de futbol, me dijeron yo era un gringañol y se burlaron de mí.
-Primero que nada no me alburees, como que Felipito siéntate aquí.
-Yo nada más decía..
-El caso, Vicentito es que no debes sentirte mal por eso de gringañol. A todo eso ¿Qué quiere decir gringañol?
-No seas menso, Felipillo, pues que soy hijo de española y gringo. Aunque la verdad debería ser españingo, quizá así no se oiría tan feo.
-Españingo, desde aquí te chin..
-No te la jales.Felipito - se rió unos monmentos
-Mira Vicentito, deberías estar orgulloso de eso. Imagínate nada más, tener sangre española y gringa. Eso sí que es un orgullo. Yo que tú hasta les agradecía a los peluditos que me trataran así- le dijo el Niño felipe
-¿A poco?- le respondió Vicentito parándose y prestándole atención al Niño Felipe.
-Claro. Si yo fuera tú, estaría orgulloso- le dijo el Niño Felipe, mientras que su voz se comenzó a quebrar casi llegando al llanto.
-Sí ¿verdad?--, dijo Vicentito y Felipillo agregó:
-Imagínate Vicentito yo no tengo sangre extranjera para enorgullecerme. Ni siquiera le puedo hacer como Dieguito o Carlitos que ya tienen un De en sus apellidos. Eso sí es triste- dijo el Niño Felipe mientras se quitaba los anteojos que se habían opacado por el llanto.
-No seas tan dramático, puedes agregarle un De y un Y a tus apellidos, así serás Felipe De Calderón y de la Inojosa. Hasta si quieres puedes hacer más de abolengo tu apellido como Felipe de Calderón y de la Finojosa.
-De plano se vería muy mal- dijo el Niño Felipe, resignado a que su apellido no fuera de alcurnia y agregó:- Además, ni siquiera hay calderones famosos.
-Cómo no –le respondió Vicentito- el portero de Guadalajara, ese que estudia para dentista. Es bien famoso. También hay un locutor que se llama Calderón y es famoso.
-No, pero alguien con alcurnia, con abolengo, de plano no hay-, dijo triste Felipito, casi sollozando.
-Calderón de la Parca- dijo Vicentito mientras tronaba los dedos.
-De la Barca- le corrigió el niño Felipe.
-Ese, Calderón de la Varca-
-Ya ni la amuelas, Chente, hasta hablando cometes faltas de ortografía. Ni pareces tener sangre española.
-No importa, el chiste es que tú puedes decir que eres descendiente de Calderón de la Varca, ese que escribió lo de que la vida es un sueño y los sueños, sueños son.
-Entonces sería Calderón de los Sueños. Fíjate, no suena mal- dijo el Niño Felipe, ya olvidando sus sollozos y dejando a un lado el posible llanto.
-Pues la neta que Felipe Calderón de los Sueños, no te queda, porque todos tus sueños ya se hicieron realidad, cuando la niña Elbita te ayudó a ganar las elecciones para presidente de Primero B.
-Pues entonces ¿Cómo puedo hacerle para tener un nombre de alcurnia?- pregunto el Niño Felipe.
Tras pensarlo un rato, Vicentito movió sus grandes manos y le dijo a Felipito:
-¡Ya lo tengo!-
-Yo también- dijo el niño Felipe.
-¿A qué te refieres, Felipillo?
-Pues al dinero que nos volamos de la colecta que hicimos para la Cruz Roja y que nos repartimos entre...
-Cállate, no sea pasguato, que eso no se dice. Digo que ya lo tengo, que ya se cómo puedes cambiarte el nombre para tener alcurnia.
-Ahhh, eso. ¿ Y cómo le hago?.
-Pues muy sencillo –dijo Vicentito, mientras se sobaba las manos como si se las estuviera lavando-. Solo tenemos que hablar con Norbertito, el acólito y con Elbita y con Dieguito y con Luis, el mago, el que saca votos de su sombrero de copa.
-¿Y que con ellos?.
-Pues mira. Ahí te va el plan. Norbertito te va a nombrar Felipe I de México. Dieguito va a buscarte unas actas de nacimiento en donde diga que eres descendiente de Felipe II, Luisito, el mago, va a sacarse de la manga la certificación de esos documentos y Elbita se va encargar de que todos los maestros de la escuela digan que tú tienes sangre de la realeza y que te llamas Felipe I.
-Chido. Va- dijo Felipillo, sonriendo por primera vez en el día...
Tras un silencio, le preguntó-: por cierto, Vicentito, Felipe se escribe con J o con G.
Así fue cono el Niño Felipe se convirtió en Gelipe I y los niños de la otra cuadra olvidaron al gringañol para comenzar a burlarse del Niño Felipe.
Chocolates envinados

De cómo el niño Felipe se
volvió amigo de Georgie II


Roberto Fuentes Vivar

En la casa del niño Carlitos había fiesta. Tuvieron invitados que vinieron de lejos y que ni siquiera hablaban español. Por eso en toda la cuadra mandaron limpiar las banquetas y hasta alquilaron unos faroles para que la calle se viera nuevecita.
-Ahora sí estamos en la modernidad ¿ves?- decía Carlitos pronunciando la palabra modernidad como si estuviera mascando piedras.
Su hermano Raulito ya había preparado varias dosis de cigarros especiales por si los podía vender a los invitados de extranjia y Ernestito dejó de vender periódicos esos días y hasta se dio una blanqueada para que lo dejaran hacerse amigo de los gringos.
Cuando llegaron, del coche del papá de carlitos se bajó un niño vestido de cowboy. Tenía su placa de sheriff, un sombrero tegsano, una camisa de cuadros y sus botas vaqueras.
Cuando lo vio inmediatamente Vicentito se emocionó.
-Miren, ese va ser mi amigo, hasta tiene unas botas igualitas a las mías-, exclamó Chentito a sus amigos.
-No´mbre, qué. Va ser mi amigo, fíjate que tiene una pistola como la mía- le respondió luego luego Carlitos, quien cada vez que podía amagaba a su sirvienta con el arma de municiones.
-Ni se hagan ilusiones- les reclamó Ernestito –yo soy el que va ser su amigo, porque nací cerca de él, que no ven que to vengo del norte, de allá de Baja California.
-Están locos, va ser mi novio. Para eso fui a un curso de inglés allá en Irlanda. Además, si se fijan es religioso, como yo- les explicó Martita.
-Pero yo soy gringañol, además es mi paisano porque mi papá es de Estados Unidos, como él- sentenció Vicentito. Para que les de envidia, los invitados se van a quedar en mi casa y los dos vamos a ser los jefes de los vaqueros y ustedes van ser los indios. Les vamos a ganar.
Dieguito, lo miró como diciendo ¡Pobre Vicente!, pues ya había planeado cómo hacerse amigo del niño gringo, porque sabía que él iba a definirr las reglas del juego de vaqueros contra indios, el invitado las iba a imponer y así se harías grandes amigos
El único que no dijo nada fue el Niño Felipe, quien estaba cabizbajo tratando de patear una piedra pero no le daba porque sus lentes de fondo de botella ya habían perdido graduación. El motivo de su tristeza es que no había coincidencia alguna con el niño gringo que habia venido a la cuadra a pasar las vacaciones.
Desde que bajaron del coche, Yoryi y sus papás, dejaron un olor raro en la cuadra. Era algo así como azufre o chapopote. Hasta, Ernestito comenzó a bromear.
-Martita, cierra las piernas-
-Yo no fui se los juro, además ya saben que nosotras las mujeres, las damas, no olemos feo- respondió Martita con un dejo de inseguridad.
-¿No?- le respondió Vicentito- ¿y el otro día que se te salió uno tan fuerte y te fuiste corriendo como loquita hasta que te tuve que chiflar para regresaras?
-Ay, Vicente, no digas intimidades que ni son ciertas- le dijo la niña.
El caso es que a pesar del olor tan fuerte el niño Felipe seguía en silencio.
-¡¿Y a ti que te pasa?!- le gritó Carlitos, mientras sacaba su pistola y le daba vueltas como hacían en la televisión los de la Ley del Revólver.
-Na.. Nada... Nada, de veras- les dijo el Niño Felipe a sus amigos.
La tristeza de Felipillo pasó desapercibida y a los pocos días, ya todos jugaban en la cuadra.
Martita suspiraba cada vez que veía al gringo, aunque oliera a chapopote.
Vicentito trataba de vestirse igual que él. Todos los días espiaba lo que se iba a poner Yoryi, para buscar entre sus camisas una que se pareciera a la del invitado.
Carlitos, quien lo miraba hacia arriba porque Yoryi medía ya 1.40 y él se había quedado en menos de un metro, se volvió amigo del gringo al regalarle los árboles del lote baldío en el que jugaban.
Diego, como se lo había propuesto, era el que interpretaba las reglas de los juegos que quería imponer el invitado y se las explicaba a sus amiguitos.
Ernestito todos los días le llevaba chocolates y dulces. Claro que se los daba en el momento en que amigos no lo vieran.
El único que seguía inundado de tristeza y jugando, casi en silencio, todos los días era el Niño Felipe. ¿Cómo podré hacerme su amigo?, se preguntaba guardando los sollozos en lo más profundo del vaho de sus anteojos.
Desde los primeros días en la cuadra, Yoryi mostró sus dotes para los juegos guerreros. Cogía su rifle y mataba a todos.
-Mecsicanos no ser buenos. Yo matar- gritaba el gringo y atacaba con todas sus fuerzas al primero que encontraba.
En una ocasión le dijo a Ernestito, blandiendo su cuchillo de caza:
-Tu ser negro. Yo matarte-
-No lo mates- le dijo Vicentito, mejor que nos limpie los zapatos.
-Pero es que ser negro. Además parece árabe. No ser cristiano. Hay que matarlo-, sentenció Yoryi, gritando y con las venas saltándole de la emoción.
-No –les decía Ernestito- si soy cristiano -y sacó un escapulario café de su cabeza-. Miren.
-Pero tú no besar mucho la cruz- le reclamó Yoryi a Ernestito.
-Hay que besar la cruz tres veces-explicó las reglas el Niño Dueguito.
-Es cierto- intervino Martita-, allá en los cursos que tome en Irlanda dijeron que tiene que besarse tres veces seguidas. Además, allá me enseñaron muchas cosas, porque eran puras personas de bien las que me daban cla...
-Ya cállate que nos mareas con tanta cháchara- la calló Vicentito.
El único que permanecía sin decir palabra era el Niño Felipe, hasta que un día....
...Después de observarlo mucho tiempo el Niño Felipe se dio cuenta de que el Yoryi iba cada dos horas a su cuarto. Una vez lo siguió y descurbió que debajo del colchón, el invitado tenía una caja de chocolates envinados. Cada vez que comía uno de esos chocolates salía a la calle con nuevos bríos. Los ojos se le ponían rojos y la lengua se le trababa, pero era cuando mejor jugaba a los indios y vaqueros. A veces se comía esos chocolates a puños y no dejaba indio con cabeza. No paraba hasta que el cansancio lo dominaba y entonces otra vez se iba a escondidas hasta su cuarto a comer chocolates envinados.
Al día siguiente de su descubrimiento, el Niño Felipe buscó entre las pertenencias de sus padres y encontró una botella de rompope. Le dio un trago y salió de su casa hasta la cuadra corriendo. Dispuesto a matar indios. Su motivación era tan grande que inmediatamente se convirtió en el lugarteniente de Yoryi.
Cuando todos estaban cansados y aburridos, a escondidas, el Niño Felipe llevó a su casa a Yoryi, se tomó una copa de rompope y le dijo que probara ese refresco. El invitado se puso feliz, comenzó a hablar de amor a Dios y casi inmediatamente salieron los dos a la cuadra, a jugar a la guerra santa.
Dos horas más tarde, Yoryi le invitó un chocolate envinado y sellaron su amistad.
Fue así como el niño Yoryi olvidó a su amigo Vicentito, quien le rogaba ser otra vez su amigou. Hasta le ofreció regalarle su caballo de madera, para volver a ser su compinche, pero el invitado prefería al Niño Felipe, con quien, a escondidas, había guardado una botella de rompope debajo del coche abandonado en el lote baldío, que para entonces era ya propiedad del gringo, pues entre Carlitos y Diego, hicieron las reglas para que se lo ganara.
Cada dos horas, los dos niños se iban de la mano al lote baldío y regresaban con la energía suficiente para jugar a la guerra santa.
Fue así como nació la amistad del Niño Felipe con Georgie Boy o Georgie II, el niño que olía a chapopote.
La culpa es del Peje

Diálogo entre Maquialelo y Gelipe I

Roberto Fuentes Vivar

Maquialelo (Fox), limpiándose el sudor y atusándose el bigote:
-Mira Felipillo, la situación está difícil. Fíjate que en Estados Unidos los pedidos de bienes duraderos bajaron un 2.5% en julio y los de transporte un 10.1%; dentro de estos últimos los pedidos de aviones comerciales bajaron un 10.6%.
El Sucesor, mirando la banda presidencial y tronando los dedos:
-No es nada grave. Total, acuérdate que la culpa de todo la tiene el peje. Si los estadunidenses no quieren compran y no hacen pedidos es porque el Peje sigue con su plantón.
Maquialelo, leyendo un informe y tras tardarse cinco minutos en leer un párrafo:
-Aquí dice que en Alemania el número de desempleados subió en el mes de agosto en 5.000 personas en términos desestacionalizados –Maquialelo se queda pensativo y agrega-: Las ventas minoristas cayeron 1.5% en Alemania en julio, en comparación con junio. Aquí dice que con esto se perdió el efecto positivo del Mundial de Fútbol 2006.
Gelipe I, mirando su reciente manicure y soplándose las uñas para secar el barniz:
-Fíjate nada más lo que ha ocasionado el plantón. No sólo se perdieron ya empleos en el DF sino que ya hasta Alemania está resintiendo ¿así se dice verdad? los efectos del plantón y de la bola de peluditos que tienen tomada Reforma. Ahora entiendo porqué los españoles están pidiendo que el peje ya asuma el fallo del tribunal.
Maquialelo, haciendo gala de su inteligencia y de su cultura:
-Pero Felipillo, que decís, si una cosa es España y otra Alemania.
El sucesor, apenado, pregunta:
-¿Que no son lo mismo?
Maquialelo, todavía acariciando la banda presidencial:
-Por Favor, ya que te caigan las pilas. Entiéndelo. No son lo mismo, Alemania es una provincia de España. Que no ves que los alemanes son algo así como los separatistas de la ETA, que son de España, pero quieren conservar su propio idioma.
El sucesor, disculpándose:
-Tiene razón, maestro, no se volverá a repetir esta osadía.
Maquialelo retoma la lectura:
-En Japón la producción en las fábricas y minas descendió un 0,9% mensual desestacionalizado en julio, con lo que el índice de producción industrial se situó en 104,9, por debajo del 105,9 de junio...
El Sucesor interrumpe:
-Eso es culpa del Peje, sin duda, que yo he visto como el plantón afecta a la embajada japonesa. Ahí mismo en la puerta están los menesterosos y desarrapados protestantes.
Maquialelo, en plan docto:
-Felipillo, que no son protestantes, si dice protestatatarios. Tienes que leer más y asesoratarte con personajes de primer nievl de la cultura, para que orienten, Por cierto ¿ya contrataste a Roberto Gómez Bolaños para que te haga tus discursos?
Gelipe I, dudoso:
-Ya inicié pláticas, pero aún no decido si será el Chavo del Ocho o Chapulín Colorado, quien me asesore. Creo que el chapulín me conviene más, pues siempre encuentra cómo solucionar los problemas.
Maquialelo, moviendo las manos como sacerdote al santiguar a alguien:
-Buena elección, pero habrá muchos problemas. Mira –retoma la lectura: -La CE anunció hoy que el índice de confianza económica de agosto en la eurozona bajó más de lo esperado hasta 106.7 puntos, además, la inflación en toda la zona subió hasta 2.5 interanual en agosto.
El Sucesor, levantando la mano como el Chavo del Ocho:
-Así es, maestro, fíjese que precisamente es culpa del Peje, porque en toda la CE, los plantones están acabando con la economía.
Maquialelo, rascándose el cabello pintado de la sien derecha:
-Pero Felipillo ¿a que CE le refieres?
El sucesor, seguro de sí mismo:
-Pues claro que a la Comunidad Empresarial.
Maquialelo, haciendo una expresión de hastío con sus grandes manos:
-Por favor, Felipillo, que no es la Comunidad Empresarial, sino la Costa Este.
Gelipe I mirando hacia el suelo:
-Perdone, se me chispoteó, pero también la Costa Este la economía ha bajado por culpa del Peje. No ve maestro que el plantón en Reforma está precisamente en donde comienza la Costa Este, es decir donde confluyen todos los ríos.
Maquialelo, reconociendo la astucia de su discípulo:
-Tienes razón, si hay problemas en Río Pánuco afecta a toda la costa Este.
El Sucesor, con nuevos bríos:
-Ya ve cómo me he aplicado, maestro.
Maquialelo continúa lectura y tras media de hora de leer un párrafo, exclama docto:
-En Inglaterra las ventas minoristas cayeron un 0.3% mensual en julio, en la primera caída mensual desde enero.
El sucesor, seguro de sí mismo:
-Se lo dije, maestro, el peje tiene la culpa. Era lógico que bloqueando el Río Nilo se afectara a Inglaterra.
Maquialelo, reclamando:
-Pero el Río Nilo no está en Inglaterra, pasa por Veracruz y por Sonora. El que pasa por Inglaterra es el Río Balsas, que se llama así porque precisamente en Balsas pasaban de Francia Inglaterra.
Gelipe I, terminante:
-De todas maneras, maestro, la culpa de todo la tiene el peje.
Maquialelo, reconociendo:
-Es cierto, la culpa de todo la tiene el Peje.
Maquialelo y su sucesor se toman de la mano y cantan: quien teme al peje feroz, quien teme al peje feroz.